Patti Smith / 09.10.2025
Cualquier encuentro escénico con Patti Smith resulta un acontecimiento en sí mismo. Poder disfrutarlo, es un privilegio. La cantante, compositora y escritora de Chicago ha abierto tantos caminos para la creación durante el último medio siglo que no debe extrañar la veneración que se le profesa.
Esta noche, en el Teatro Real de Madrid, protagonizó una de esas veladas para la historia. Su sola presencia bajo los focos justifica la atención, el entusiasmo y el fervor con que los melómanos se aproximan a su obra desde siempre, pero esta cita en el coliseo madrileño para celebrar el cincuentenario de la publicación de “Horses”, su primer álbum, interpretándolo al completo, era más especial todavía.
Aquel debut –icónico por fuera y sustancial por dentro– enriqueció un discurso renovador y pionero en un contexto de considerable actividad sísmica, la erupción del punk neoyorquino, que en pocos meses registraría violentas réplicas en Reino Unido, extendiéndose por todo el mundo y enterrando en lava eléctrica el viejo orden del rock and roll. Pero las canciones de “Horses” no son meras piezas de museo, siguen resonando cincuenta años después con su intensidad, fiereza y lirismo originales, de manera transversal e intergeneracional. Lo hemos comprobado y vivido en carne propia, es un recuerdo que va a acompañarnos el resto de nuestras vidas.
Junto a Patti Smith, frente al público que llenó el Teatro Real hasta la bandera, dos de los músicos que grabaron “Horses” en otoño de 1975 en los legendarios estudios Electric Lady que Jimi Hendrix había establecido en el Village neoyorquino en 1968: el guitarrista Lenny Kaye y el batería Jay Dee Daugherty. También un histórico de la banda, el bajista y teclista Tony Shanahan. Y un músico mucho más joven que ellos –el guitarrista y bajista Jackson Smith, hijo de Patti y del llorado Fred “Sonic” Smith, otro precursor punk al frente de MC5– recogiendo con fuerza el testigo de la matriarca, aportando el extra de nervio voltaico que estas canciones reclaman.
La primera parte del concierto, la feliz excusa que nos trajo hasta aquí, discurrió sin sorpresas en el setlist. Desde la apertura con la legendaria introducción de “Gloria” –un fibrosa versión de los Them de Van Morrison– disfrutamos de la increíble dinámica que encierra “Horses”, un disco único en su especie que igual hace escala en el Caribe con la envenenada “Redondo Beach” como se aproxima a la última frontera de lo intenso en “Birdland”, una de esas canciones-río tachonadas de corrosivo spoken word que deja sin aliento. Por supuesto, sentimos la energía liberadora de los sueños y del rock and roll gracias a “Free Money” y contemplamos de nuevo el tríptico “Land”, feroz galopada de poso rhythm & blues con Patti hincando la incisiva espuela de su voz para poner el broche a una ceremonia rockera sin fecha de caducidad.
Después, el grupo interpretó un medley de canciones a priori ajenas, aunque no del todo, porque las composiciones de “Marquee Moon” –el primer largo de Television, otro monolito del punk facturado en Manhattan durante la segunda mitad de los setenta– son primas hermanas de “Horses”. El añorado Tom Verlaine, de hecho, coescribió “Break It Up” –otro hito de “Horses” que también interpretó– y Patti jugó un papel importante en el despegue de Television. El caso es que los lugartenientes de Smith bordaron sin la jefa ese mix televisivo que incluía fragmentos de “See No Evil”, “Friction” y la monumental “Marquee Moon”, en un ejercicio de considerable valor simbólico –Lenny Kaye recordó a sus viejos compañeros de la escena del Lower East Side– que tampoco vamos a olvidar así como así.
En el último tramo del concierto tuvimos a Patti Smith de nuevo frente al micro, entregada a sus 78 años, preparada para la apoteosis. Nos mecimos en la preciosa “Dancing Barefoot”, participamos del pulso tribal de “Ghost Dance” y se nos volvió a hinchar el corazón con “Because The Night”. Terminamos fundiéndonos en una sola voz –comunión, rito, eucaristía… llámenlo como prefieran– a lomos de “People Have The Power”. Lo que les decíamos: histórico.